Nosotras Voluntarias no nos manifestamos como consagradas; vivimos la reserva para poder actuar con más libertad y con mayor eficacia, sobretodo en ambientes particularmente difíciles o de frontera. En muchos lugares la declaración de pertenencia a un Instituto puede ser motivo de prejuicios.
Al no manifestar explícitamente nuestra consagración, tenemos la posibilidad de llamar la atención sobre los signos de la presencia de Dios más que dirigir la atención a nuestra persona.
Para nosotras la reserva es un signo de pobreza, una invitación a “ser más que a decir o mostrarse”, un querer despertar preguntas que lleven a reflexionar y a cuestionarse la propia vida.
En el silencio compartimos la vida escondida de Jesús en Nazaret y damos testimonio de que es posible vivir el Evangelio en cualquier circunstancia de la ”ciudad del hombre”.
No olvidéis que vosotras lograréis hacer el bien a los demás en proporción a vuestro deseo de ocultamiento, de unión y de amor a Jesús